En el resto del Nuevo Testamento encontramos evidencias que sirven para entender mejor el título de “Hijo el Dios vivo” aplicado a Jesús.Pero ¿cuál es la relación de Jesús con el Padre? ¿Es el Hijo Dios como el Padre es Dios? Sin lugar a dudas. Juan empieza su evangelio con una profesión clara de la divinidad del Verbo: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1,1). El incrédulo Tomás llama a Jesús “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). San Pablo habla de Cristo como “nuestro gran Dios y Salvador” (Tit 2,13). Pedro empieza la segunda de sus epístolas hablando de “nuestro Dios y Salvador Jesucristo” (2ª Ped 1,1). Etc, etc.
A pesar de ello, los errores doctrinales sobre la persona de Jesucristo surgieron pronto. No voy a explicar en detalle los que surgieron antes del concilio de Nicea (325), porque es evidente que la gran herejía cristológica fue, y es, el arrianismo y sus derivados. Arrio (256-336) no negaba que Cristo fuera divino, pero afirmaba que lo era en un grado inferior al Padre. O sea, la naturaleza del Padre no era la misma que la del Hijo, a quien consideraba como una criatura. La más excelsa, pero criatura al fin y al cabo. Fue necesario convocar un concilio ecuménico para derribar ese error. Pero aunque Nicea proclama dogmáticamente la plena divinidad de Cristo y parecía que el arrianismo era derrotado, la batalla se prolongó por siglos. De hecho, hubo algún tiempo en que había en la Iglesia, según expresión de San Jerónimo, más arrianos que cristianos. Entre los defensores de la fe nicena destacó San Atanasio (297-373), que llevó una vida de persecución por no avenirse a pactar una solución intermedia. Para ese gran santo la fe no era algo discutible y no podía ponerse la paz eclesial por encima de la sana doctrina sobre Cristo.
Después le tocó el turno el Espíritu Santo, cuya divinidad era negada por algunos. El primer concilio de Constantinopla (381) zanjó la cuestión afirmando de forma definitiva la fe trinitaria. Un solo Dios, tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. De dicho concilio recibimos el credo niceno-constantinopolitano, cuya belleza a la hora de hablar de la divinidad de Cristo es difícilmente igualable:
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. En fin, la expresión que preguntas, Juan Francisco, viene a decir que JESÚS ES TAN DIOS COMO EL PADRE: La relación entre el Padre y el Hijo es que uno engendra y el otro es engendrado (como cualquier padre e hijo), sin embargo, la naturaleza de ambos es divina; Jesús no es menos Dios que su Padre, Él no es una criatura como nosotros (por eso: engendrado, no creado).
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